Reseña de Luis García Gil
Luis García Gil es un poeta, escritor y, sobre todo amigo. Ahora mismo está en un momento de gracia, acaba de publicar el poemario "La pared íntima" y el libro sobre Atahualpa Yupanki "Coplas del payador perseguido". Además, su excelente "Serrat canción a canción"(riquísimo estudio de la obra del cantautor catalán) se ha editado en Latinoamérica, donde seguro tendrá tanto éxito como a este lado del charco. Y enmedio de tanta vorágine, ha tenido la generosidad de escribir una reseña acerca de mi disco que no se aún cómo agradecerle. Aquí la tienen (Muchas gracias, Luis):
PALABRAS PARA FERNANDO LOBO
Una canción puede ser muchas cosas. Todo de depende de quién la busque, de quién la reclame y la lleve de la sombra del silencio a la luz de la palabra y la melodía. Todo depende de las referencias que uno pretenda asumir e incorporar a su propio itinerario vital y expresivo. Una canción puede malversarse, caer en territorios fáciles, ser puro naufragio para consumo de muchos. Pero sabemos que otras veces la canción aspira a ser una obra de arte comprimida en unos minutos, minutos en los que el canto y verso se elevan para curar las heridas más profundas, para burlar el miedo, para declarar el derecho a vivir y a soñar. Fernando Lobo pide la paz y la palabra y viene de la estirpe de los grandes cantautores, de aquellos que han hecho de la canción una obra de arte.
Quién se acerque a los temas que componen Vengo, su primer álbum de estudio, se dará cuenta inmediatamente de cuales son sus plausibles pretensiones. Porque detrás de las nueve canciones de este manojo lírico está respirando un cantautor que nos remite a sus influencias pero que deja clara su ya más que indudable personalidad, más allá de esas referencias que son fundamentales para todo creador que se precie de serlo. En la canción que da título al disco – y que lo inaugura- está latente, verbigracia, el magisterio de Hilario Camacho, un cantautor inolvidable y maltratado por la industria al que Fernando Lobo dedica con excelente pertinencia su trabajo. Hilario Camacho asomará como hermosa influencia en varios pasajes de este disco en el que Fernando Lobo muestra la heterogeneidad de su propuesta porque machadianamente el cantautor gaditano transita por mil caminos pero nunca olvida que la canción ha de construirse sobre cimientos sólidos y con la palabra mojándose siempre en el corazón de lo que se dice y de lo que se siente.
En Vengo hay poemas de amor de hermosa intensidad como “Mujer de todos los caminos” o “Virginia” donde se demuestra que una buena canción de amor puede llegar a movilizar más conciencias que una canción social. Porque el amor es principio y fin, sea el amor que se tiene, que se vive diariamente en el corazón de los días volátiles o aquel amor que es mera ensoñación, imposible destello en la piel del olvido. Fernando Lobo dice en “Como viviendo” – rotunda declaración de principios- que buscará una canción transparente como el aire y que vivirá como canta y cantará como vive, aunque el destino sea el olvido más ingrato. Ese propósito de abrazarse al canto como la verdad más luminosa que ha de defenderse es el mejor camino que puede emprender este cantautor que asume ejemplarmente la lección de los clásicos. Es además Fernando Lobo un cantautor de utopías, generoso e inquieto, comprometido con la realidad de su tiempo, navegador de muchos territorios que sabe como León Felipe – el inolvidable poeta zamorano- que la locura debe ser también una bandera, una geografía donde los versos sean una llama inextinguible. Y para ello cita a un poeta admirable como es Carlos Edmundo de Ory, otra influencia, otro espejo, otro ejemplo, como el de Javier Ruibal, otro cantautor que admira desde siempre y cuyo magisterio también se deja ver en algunas de estas canciones que cuidadosamente conviven en este trabajo que constituye una espléndida obra inicial.
Quiero volver a insistir, para terminar, que más allá de los cantautores, que podemos hallar habitando estos sueños que moran en estas nueve canciones, Fernando Lobo es un cantautor personal, que sabe que la imitación no conduce a parte alguna y que tiene ya una forma de decir y de apropiarse del verbo absolutamente propia. Escuchen la carnal e intensa “Lo que busco” donde el cantautor busca la virtud del pecado o la epilogal “Unas alas” que cierra un trabajo emotivo con el que Fernando Lobo se asoma con voz propia y definitiva en el complejo universo de la canción de autor. Sabemos que este sólo es el principio de una carrera que debe seguir conmoviéndonos y llevándonos por los paisajes de la emoción y de la belleza, patrimonios de la mejor canción, de aquella que pintan los maestros y que será en un futuro- no lo dudo- propiedad de las manos de este trovador gaditano.
Luis García Gil, Junio de 2007.
PALABRAS PARA FERNANDO LOBO
Una canción puede ser muchas cosas. Todo de depende de quién la busque, de quién la reclame y la lleve de la sombra del silencio a la luz de la palabra y la melodía. Todo depende de las referencias que uno pretenda asumir e incorporar a su propio itinerario vital y expresivo. Una canción puede malversarse, caer en territorios fáciles, ser puro naufragio para consumo de muchos. Pero sabemos que otras veces la canción aspira a ser una obra de arte comprimida en unos minutos, minutos en los que el canto y verso se elevan para curar las heridas más profundas, para burlar el miedo, para declarar el derecho a vivir y a soñar. Fernando Lobo pide la paz y la palabra y viene de la estirpe de los grandes cantautores, de aquellos que han hecho de la canción una obra de arte.
Quién se acerque a los temas que componen Vengo, su primer álbum de estudio, se dará cuenta inmediatamente de cuales son sus plausibles pretensiones. Porque detrás de las nueve canciones de este manojo lírico está respirando un cantautor que nos remite a sus influencias pero que deja clara su ya más que indudable personalidad, más allá de esas referencias que son fundamentales para todo creador que se precie de serlo. En la canción que da título al disco – y que lo inaugura- está latente, verbigracia, el magisterio de Hilario Camacho, un cantautor inolvidable y maltratado por la industria al que Fernando Lobo dedica con excelente pertinencia su trabajo. Hilario Camacho asomará como hermosa influencia en varios pasajes de este disco en el que Fernando Lobo muestra la heterogeneidad de su propuesta porque machadianamente el cantautor gaditano transita por mil caminos pero nunca olvida que la canción ha de construirse sobre cimientos sólidos y con la palabra mojándose siempre en el corazón de lo que se dice y de lo que se siente.
En Vengo hay poemas de amor de hermosa intensidad como “Mujer de todos los caminos” o “Virginia” donde se demuestra que una buena canción de amor puede llegar a movilizar más conciencias que una canción social. Porque el amor es principio y fin, sea el amor que se tiene, que se vive diariamente en el corazón de los días volátiles o aquel amor que es mera ensoñación, imposible destello en la piel del olvido. Fernando Lobo dice en “Como viviendo” – rotunda declaración de principios- que buscará una canción transparente como el aire y que vivirá como canta y cantará como vive, aunque el destino sea el olvido más ingrato. Ese propósito de abrazarse al canto como la verdad más luminosa que ha de defenderse es el mejor camino que puede emprender este cantautor que asume ejemplarmente la lección de los clásicos. Es además Fernando Lobo un cantautor de utopías, generoso e inquieto, comprometido con la realidad de su tiempo, navegador de muchos territorios que sabe como León Felipe – el inolvidable poeta zamorano- que la locura debe ser también una bandera, una geografía donde los versos sean una llama inextinguible. Y para ello cita a un poeta admirable como es Carlos Edmundo de Ory, otra influencia, otro espejo, otro ejemplo, como el de Javier Ruibal, otro cantautor que admira desde siempre y cuyo magisterio también se deja ver en algunas de estas canciones que cuidadosamente conviven en este trabajo que constituye una espléndida obra inicial.
Quiero volver a insistir, para terminar, que más allá de los cantautores, que podemos hallar habitando estos sueños que moran en estas nueve canciones, Fernando Lobo es un cantautor personal, que sabe que la imitación no conduce a parte alguna y que tiene ya una forma de decir y de apropiarse del verbo absolutamente propia. Escuchen la carnal e intensa “Lo que busco” donde el cantautor busca la virtud del pecado o la epilogal “Unas alas” que cierra un trabajo emotivo con el que Fernando Lobo se asoma con voz propia y definitiva en el complejo universo de la canción de autor. Sabemos que este sólo es el principio de una carrera que debe seguir conmoviéndonos y llevándonos por los paisajes de la emoción y de la belleza, patrimonios de la mejor canción, de aquella que pintan los maestros y que será en un futuro- no lo dudo- propiedad de las manos de este trovador gaditano.
Luis García Gil, Junio de 2007.
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